lunes, 21 de abril de 2008

Afuera


Otro año de BAFICI. El décimo, para ser más precisa, aunque para mí recién es el segundo. 430 y pico películas a proyectar, de las cuales, obviamente, tengo que hacer una selección. Ardua tarea si las hay. Filtro número uno, entonces: Temas. La gran mayoría de los títulos no me dicen absolutamente nada, así que aunque pueda parecer mediocre, voy eso sobre lo que, creo, conozco más: sección música. Ahí sí, me acomodo un poco y elijo seis películas que quiero ver. Filtro número dos ahora: horarios. Es todo un tema esto hacer encajar todos los horarios y los días sin que ninguna función se superponga con otra ni con el resto de las cosas que tengo que hacer, teniendo en cuenta además que dormí con la venta anticipada, por lo que me veo obligada a dedicarle bastante tiempo extra a llegar con anticipación al cine en el día de la función si es que pretendo conseguir mi entrada; la locura que despierta el festival en los fanáticos del cine (y en los no tanto también) hace que las entradas vuelen y que muchas veces uno se encuentre con un odioso cartel de "Agotadas" en la boletería del cine, cuando tan entusiasmado se está por ver la película que, sabe, es muy poco probable que llegue al videoclub amigo, mucho menos aparecer jamás en la cartelera de todos los días del Abasto.


Tristemente y aún sabiendo lo rápido que desaparecen las localidades, más o menos eso es lo que me pasó a mí cuando el sábado a la noche llegué al Atlas Santa Fe con precavidas dos horas de anticipación para ver I'm Not There. El detestable cartel, casi como un "Te lo dije" impreso en papel, me esperaba en el vidrio de la boletería, donde la chica que vende entradas estaba estirando hasta longitudes insospechadas un chicle cuya mitad todavía estaba adentro de su boca.
Totalmente desahuciada me senté con mi amiga F en las escaleras de la entrada a esperar a mi otra amiga, V, que todavía no había llegado. Mientras F y yo hablábamos (en realidad F hablaba, yo hacía que la escuchaba, pero por dentro estaba sopesando las posibilidades que habría de asaltar a la primer persona con entradas para la película que se acercara a hacer la cola), tres personas más se acercaron a la boletería, se quedaron paralizados viendo el cartel, y se fueron cabizbajos y con cara de pollo mojado, más o menos como seguramente debí de haber hecho yo.

Por qué tanto problema por una película, dirán ustedes, si hay como cuatrocientas más. Bueno, además del hecho de que a los filtros ya mencionados se sume el filtro del humo-causador-de-alergias-y-resfríos que termina haciendo que la lista de películas que ibas a ver se reduzca de cinco a solamente dos, nuestra la película para hoy no fue elegida al tun tun, así como así. Resulta que I'm Not There es la biopic de Todd Haynes sobre Bob Dylan, y resulta también que yo soy fanática de Bob Dylan, pero un fanatismo que raya niveles enfermizos, eh...Mi amiga V comparte la obsesión conmigo, obsesión que además es vista con preocupación por el resto de nuestras amigas, que ya prácticamente se resignaron a dejarnos ser cada vez que, como poseídas, iniciamos enardecidas conversaciones dylanianas fundamentalistas. Mi amiga F, sin embargo, ocasionalmente trata de interiorizarse con el asunto, hace preguntas, escucha algún disco y emite su opinión; todo esto un poco porque le da curiosidad y otro poco porque nos quiere mucho. Como hoy, por ejemplo, que se acopló al dúo dinámico y con la mejor buena voluntad está dispuesta a pasar alrededor de dos horas tratando de pescar algo sobre este muchacho oriundo de Minnesota.

Pero volvamos a Santa Fe 2015 (o sea, al cine donde nos encontramos): V llega un poco después con la misma expresión desolada que las tres personas que pasaron antes que ella. Es temprano todavía, y arrastramos los pies hasta una heladería de ahí cerca (una heladería carísima, dicho sea de paso, donde el helado parece que importan desde los Alpes Suizos donde lo preparan artesanalmente ancianitas ciegas) para hacer algo de tiempo. Tenemos un plan: vamos a esperar hasta media hora antes de la película para ir a la puerta del cine, y esperar con los dedos cruzados que llegue alguien que por algún motivo no pueda asistir a la función y venda las entradas, como es moneda corriente en la antesala de muchas de las películas del BAFICI.
Así es que terminamos el helado de oro y encaramos nuevamente para el cine. Hay una cola que da vuelta la esquina,y me invade una oleada de odio hacia todos y cada uno de ellos, pensando que muchos deben haber comprado su entrada porque sí, por no tener nada más que hacer, mientras que para mí a esta altura es una cuestión de vida o muerte (tengo que aclara además, que mis ganas de hacer las cosas se multiplican por mil cuando sé que hay algo que me impide hacerlo).

Ensayamos entre nosotras la cara de víctimas para intentar inspirar compasión y nos sentamos en la puerta. Por lo que parece, no somos las únicas en esta situación. Una decena de personas rodea cual buitres la entrada del cine, y hasta hay un tipo, al que la calificación de "aparato" le queda más que chica, con un cartel pegado en el pecho que dice "COMPRO ENTRADAS PARA I'M NOT THERE". "Ah, pero mirá que ridículo" le digo a mis amigas con mi mejor tono de superada. Por dentro pienso "Si le llega a funcionar, hago lo mismo".

15, 10, 5 minutos para el comienzo de la proyección. Hace un rato ya que barajamos la opción de intentar sobornar al tipo que pide las entradas una vez que la puerta de la sala se despeje de gente con su legítima entrada en mano. Estamos casi en eso cuando vemos que dos chicas se acercan al aparato del cartel ¡¡¡y le venden una entrada!!! Nueva oleada de odio. No doy más de la bronca cuando mis amigas suben a hablar con el acomodador y yo me quedo en la cola de la boletería para preguntar si alguien devolvió alguna entrada. En eso dos chicos me preguntan si estoy por comprar entradas para I'm Not There, porque ellos tienen una de más,y yo, con una cara de emoción que definitivamente los asustó, les digo (casi les grito) que sí, pero que somos tres y necesitamos dos más. Otro chico, también aparatoso (cómo abundan en el BAFICI, aunque ya lo sabía no deja de sorprenderme) me indica a una chica de blanco que él creía, tenía entradas. Corriendo voy a hablar con la chica, que en realidad es parte de la organización, y que me responde que no tiene, que recién devolvieron una a la caja y eso es todo lo que hay.

Así que estamos de nuevo donde empezamos, porque además no sé bien por qué motivo mis amigas nunca iniciaron negociaciones con el señor de la puerta de la sala. Ninguna de las tres quiere dirigirle la palabra a la otra: a pesar de nuestros intentos desesperados por salvar la noche de sábado, sabemos cuál es el final inevitable: taza taza. Los ánimos ya no dan para otra cosa. Estamos casi al borde de la resignación, casi girando para irnos, cuando la chica de blanco se me acerca y me dice las palabras que nunca olvidaré en mi vida: "Comprá tres para Tale of Modern Lovers y subí que las hago pasar". Casi le doy un beso.

En tres segundos hicimos todo: boletería, hola-hola, dame tres, por favor, ¿te doy la libreta?, sí, dámela (la chica del chicle ni miró los tres papeles que le pusimos adelante), son12 pesos, gracias-gracias, subimos corriendo, entramos.

Lo primero que vimos cuando pisamos la sala enorme, fueron las cinco primeras filas totalmente vacías. ¿Tanto escándalo para esto, che? Entre el cartel de "Te lo dije" y la visión de semejante cantidad de butacas solitarias, tuve la sensación espantosa de que alguien en algún lugar del universo se estaba riendo mucho de mí. Nos sentamos en una fila lo más arriba que pudimos, con el cuello tirado tan para atrás como nos fue físicamente posible; no sin antes mirarnos entre las tres, contentas como nenitas. 1o segundos después que nosotras entran tres chicos, que se ubican exactamente en frente nuestro. El de buzo rojo mira a los otros dos, "¡Joya!" les dice. Supongo que por la aceleración que traen encima, deben haber pasado por algo bastante parecido a lo nuestro, y están contentísimos y me pongo contenta por ellos. Seguro que los tres tienen una entrada que miente Tale of Modern Lovers en sus bolsillos también.

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1 comentario:

Emilia dijo...

jeje casi, casi una historia de aventuras. de lectura muy ame4na además. Me encantó el comntario sobre el "helado de oro!, tenes razón, segurísimo que lo hacen ancianitas ciegas de los Alpes. con razón che!